Pocas cosas hay más sencillas de hacer que los churros. Cuando se saben hacer, claro. El problema es que antes hay que llegar a ese punto. Llevo días saltando de fritanga en fritanga, de tópico en tópico y de fracaso en fracaso. Nada nuevo: es lo que nos pasa a todos los que nos afanamos en aprender algo en esto de las masas. Después de pasar por la sartén muchas docenas de churros (¿por qué solo los churros y los huevos se cuentan por docenas?) creo haber encontrado una fórmula de la que estar razonablemente orgulloso. Todos, claro, hubo que probarlos. Y sí, puedo constatar que estas dos arrobas de más que ciñen mi talle, algo tienen que ver con la masa frita.
Empecemos por desmontar mitos:
1. Si no los haces con harina de fuerza, explotan. Falso. Los he hecho con todo tipo de harinas. La que mejor queda, la panadera.
2. Ponte un traje de artificiero porque estallan constantemente. Falso también. Estallan si quedan burbujas de aire en la masa, pero empleando una simple y eficaz churrera nunca tendrás ese problema.
3. Fríe solo en aceite de girasol. Pues ni se te ocurra: si quieres que te salgan bien de verdad, emplea aceite de oliva suave.
Hay más, pero esos son los más repetidos, sobre todo los relacionados con explosiones. A ver, ten cuidado, sí, pero es harina, no dinamita.
Para hacer un buen churro lo que necesitas es la proporción justa de agua y harina, la temperatura de aceite (de oliva) óptima, y algún que otro truco para que el interior quede suave y cremoso y el exterior, crujiente. Los nuestros son sencillos y eficaces: añadir a la masa una cantidad minúscula de bicarbonato y mantequilla.
Para llegar a tales conclusiones me he puesto, sí, como una bola. Creo que el sacrificio ha valido la pena. Honestamente, están gloriosos. Sabiendo todo esto y siguiendo los pasos de esta receta, en poco más de media hora, a nada que te des un poco de maña, los tendrás amasados, fritos y en el plato.
En el mundo de los churros y las porras hay muchas variantes regionales y maestros a lo largo y ancho de España. No vamos a decir aquí si unas son mejores que otras, pero sí podemos asegurar que si te casas con esta versión, tendrás un feliz matrimonio. ¡Hala! A freír churros.

Churros clásicos: la receta definitiva
¿QUÉ VAS A NECESITAR?
- 1 báscula
- 1 cazo grande
- 1 cuchara de madera
- 1 santén honda
- papel de cocina
- pinzas o tenedores
- 1 churrera
Ingredientes
- 300 g harina panadera ecológica El Amasadero
- 360 g agua
- 6 g mantequilla
- 4 g sal
- ½ g bicarbonato (o menos, un nada, porque si te pasas, hinchan demasiado)
Elaboración paso a paso
- En un cazo, calienta el agua al fuego, con la sal, el bicarbonato y la mantequilla. Cuando empiece a hervir, añade toda la harina y retira inmediatamente del fuego.
- Dentro del cazo, empieza a mezclar la masa con la cuchara de madera hasta conseguir una textura homogénea.
- Cuando se haya enfriado lo suficiente para que puedas manipularla, lleva la masa a la mesa y acaba de amasar a mano. Un par de minutos son suficientes.
- Cubre la bola con un paño y déjala reposar 20 minutos.
- Divide la masa en dos partes iguales. Coge una de ellas y dale forma de cilindro con la mano. Así entrará fácilmente en la churrera.
- Abre la churrera, cárgala y tápala. Recuerda que para que funcione es necesario que la parte dentada de la varilla quede mirando hacia el mango.
- Pon una sartén a fuego vivo con una buena cantidad de aceite: los churros tienen que flotar.
- Para saber si el aceite está bien caliente, echa una bolita de masa en la sartén, en cuanto flote y comience a espumear, estará listo. Es importante que el aceite esté bien caliente para que el churro mantenga la forma y para que no quede aceitoso.
- Con la churrera puedes ir echando, uno a uno, los churros en la sartén. Si no te sientes seguro, forma los churros sobre una hoja de papel de hornear, rectos, en forma de gota o en espiral, como más te guste. Cógelos con la mano y llévalos a la sartén.
- El aceite no tiene que llegar a humear, si ves que gana demasiada temperatura, bájale un punto a la cocina. Con unas pinzas o un par de tenedores, dale vueltas a los churros para que se frían bien por todas sus caras. Cuando estén bien dorados, sácalos a un plato con papel absorbente.
- En cuanto puedas tocarlos sin quemarte, a por ellos. Rocíalos generosamente con azúcar, sumérgelos en chocolate o en café con leche, o así, solos. Prueba y ya dirás si tengo o no razón.