Lo de joya no es gratuito, porque seguramente habrá pocas preparaciones básicas tan bellas. La forma de las hojas abriéndose como una flor recuerdan a la rosa del desierto, y como con esa gema uno se queda embobado mirando para ella. Con la diferencia de que esta se come y también te quedas bobo mientras catas, sin parar, lo que has hecho con tus manos.
Si te van los churros y las porras te van a gustar las katlamas afganas, que todavía más que las frituras patrias aportan esa mezcla de texturas entre lo crujiente y lo esponjoso, con el toque exótico de los pistachos molidos y un mayor vínculo con las masas de pan que los churros nacionales. Puedes endulzarlos después de fritos a placer, espolvoreando azúcar según tu gusto. Las katlamas están muy bien para desayuno de domingo o para la merienda acompañando un té. O cholocate o café, al gusto. Están mejor calientes, recién hechas, y como las masas fritas tienen el problema de la conservación. A ver, yo me comí un par de ellas al día siguiente y tan ricamente, pero mejor es probarlas calentitas. Si te sobran, dales al día siguiente un calentón en el horno y recuperarás texturas. En todo caso, yo sugiero que antes de comértelas te pares a contemplarlas con paciencia, porque son toda una experiencia estética.
Una joya de las masas fritas: katlama afgano
¿QUÉ VAS A NECESITAR?
Ingredientes
- 400 g harina panadera El Amasadero
- 40 g azúcar
- 1 huevos enteros
- 200 g leche entera
- 15 g aceite de girasol
- 2 g levadura seca de panadería
- 2 g sal
- 125 g mantequilla
- 25 g pistachos tostados
- azúcar glas ecológico o en grano para espolvorear
Elaboración paso a paso
- Mezcla todos los ingredientes en un bol y amasa después sobre la encimera. Bastan unos minutos dándole un par de reposos, de diez minutos, entre cada ciclo de amasado.
- Mete la masa en un bol aceitado, para que no se pegue, y deja fermentar, con el bol tapado, durante una hora si hace calor y algo más si lo haces en invierno.
- Dispón la masa sobre la mesa y dale forma de cilindro como si hicieras un rollo de plastilina. Con la rasqueta o con un cuchillo divide en siete partes más o menos iguales.
- Amasa en redondo cada parte hasta formar pequeñas bolas. Déjalas sobre la encima reposando diez minutos cubiertas con un paño.
- Y ahora empieza lo aparentemente más complicado, que en realidad no lo es. Enharina la encimera y estira con el rodillo la primera bola de masa hasta dejar una capa alargada lo más fina que puedas sin que se rompa. En paralelo, pon la mantequilla en un cazo a calentar hasta que se convierta en una crema.
- En otra parte amplia de la encimera pinta la superficie de esta con mantequilla. Ahora coge la masa, enrollándola con el rodillo, y disponla sobre la superficie de encimera que has untado. Ayúdate con las manos, metiendo todos los dedos bajo la capa de masa, para estirarla cuanto puedas. Trabaja igual que si estuvieras poniendo una sábana, tirando suavemente con todos los dedos a la vez para evitar que se rompa. Cuando la tengas extendida, pinta la superficie con mantequilla.
- En la otra zona de la encimera vuelve a repetir la operación con la siguiente bola de masa. Cuando la tengas listas, enróllala en el rodillo y ponla encima de la primera. De nuevo usa las manos para extenderla con cuidado de forma que cubra la primera hoja.
- Pinta de nuevo por encima y repite la operación hasta que hayas finalizado con las siete capas.
- Con el cortador de pizza corta longitudinalmente en tres franjas, o dos si ves que no has logrado una gran extensión. Divide esas bandas al medio con el mismo cortador. En total tendrás cuatro o seis partes.
- Coge un corte de masa estirándola suavemente con las manos y enróllala sobre tres dedos extendidos hasta obtener un cilindro.
- Ahora toca hacer un trabajo más de alfarería que de panadería.
- Con los dedos aceitados para que la masa no se pegue agranda el agujero tal y como si estuvieras trabajando para hacer un vaso de barro.
- Cuando el hueco en medio de la masa mida unos 10 centímetros de diámetro, dale la vuelta hasta la mitad del cilindro.
- Dale la vuelta y trabájala del mismo modo desde el otro lado, doblando la otra mitad de nuevo como un calcetín. Si de entre las hojas sobresale algún extremo tira de él suavemente e introdúcelo en el agujero de en medio para hacer una especie de nudo y evitar que la masa se desparrame en la sartén.
- Pon en un cazo una abundante cantidad de aceite de girasol y caliéntalo a temperatura media. El aceite ha de cubrir la masa. Cuando esté caliente, mete las piezas de una en una. Dales la vuelta de vez en cuando para que se doren por los dos lados sin quemarse. Cuando estén dorados y crujientes retira los katlama con una espumadera y ponlos sobre papel absorbente para retirar el exceso de aceite.
- Pásalos después a un plato limpio y espolvorea con azúcar generosamente. Remata repartiendo sobre la superficie los pistachos que antes habrás machacado en un mortero. Párate y contempla tu obra. Y ahora pruébala
Buenos días!
Súper interesante está receta.
Una duda, los 135g de mantequilla no se meten dentro de la masa, doy por hecho que esa mantequilla es para pintar las capas de masa una vez estiradas, es así?
Muchas gracias por compartir esta receta !!
La haré seguro!!
Así es, Isabel. Anímate a probarlas. ¡Lucen un montón!
Intentaré hacerlo. Yo suelo hacer un pan grande parecido, también voy superponiendo capas, lo único que la unto con aceite de oliva. En mi casa gusta mucho. Supongo que este katlama afgano también les gustará. Muchas gracias por la receta.
A ti, Antonia. Si quieres enviarnos la receta de tu pan, ¡no lo dudes!
Muchísimas gracias, jamás las he probado y eso que tengo muuuuuchos años, supongo que mis abuelos españoles si (pero no los llegué a conocer).
Voy a intentar hacerlas para deleite de mis hijos y mi nieta. Un abrao enorme desde Neuquen-Patagonia Argentina.
Gracias a ti, Beatriz. Esperamos que lo disfrutéis muchísimo. Un saludo desde Málaga.