Trenza de Almudévar de Manuel Vizcarro


Valoraciones: 9 Comentarios

Trenza de Almudévar de Manuel Vizcarro

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Trenza de hojaldre y pasas típica de este pueblo de Huesca

El siglo pasado (Cuando era más joven como decía la canción de Sabina) asistí a la matacía del cerdo en la casa de una prima política en Almudévar.

Fue una experiencia que me marcó, me hizo ser consciente de la procedencia de los alimentos cárnicos y fue toda una lección de comida sostenible y real.

Sostenible porque ese cerdo fue alimentado con los restos de las comidas familiares del año y real porque el tocino estaba allí, gordo, peludo, rosado y hermoso. No estaba fileteado, empanado o envasado al vacío entre kilos de plástico. El chancho se movía, olía y chillaba.

Los gritos del animal me nublaron el pensamiento desde el principio, con cada chillido tenía la sensación de que mis pies se hundían en la tierra, me hacían sentir muy pequeño y muy gilipollas, hasta ese día no me había planteado como se sacrificaba a los animales que nos comemos. En mi cabeza sonaba “Llamando a las puertas del cielo” adaptación de Warren Zevon pero la realidad se asemejaba más a la versión de Guns and Roses.

Sacaron al puerco de su pocilga, cuando entró en el patio de la casa y vio al matachín blandir el cuchillo, se agitó con fuerza y casi logra escaparse a la calle, pero entre todos los espectadores lo derribamos.

A partir de ese placaje: metal, sangre, chillidos y al final silencio.

Lo afeitaron en la bacía, lo colgaron, lo dejaron jorearse y se abordó el despiece del animal con las dagas bien afiladas, tripas, vísceras, músculos, el ruido de los tendones rotos, de las articulaciones luxadas, el astral golpeando los huesos, las vértebras, la cabeza, el rojo del pozal lleno de sangre removida para hacer el mondongo… Para la mayoría de los presentes era una fiesta evocadora de otros tiempos en donde el hambre apretaba y en donde tener comida era pura necesidad, para mí fue un acto cruento que me revolvió las entrañas… pero el segundo tocino me dio menos pena y en el tercero ayude al despiece, mientras me repetía a mí mismo como un mantra aquella frase de Arguiñano: “El cerdo ha salvado más vidas que la penicilina” para poder justificarme ante mi alma.

En la cocina acabaron de preparar un rancho que todos comimos con fruición, regándolo con vino rudo, recuerdos, chanzas, anécdotas, hasta que asomo el postre.

Sacaron una Trenza de Almudévar de su caja, había sido horneada dos calles más abajo en un obrador industrial. Todos la miramos y salivamos al unísono. Era dorada y en algunas puntos socarrada, me llegó una fragancia de mantequilla y fruto seco, sentí el píloro excitado, el matachín blandió el cuchillo y la dividió en raciones, cogí un trozo con la mano tan rápido que casi me corto. Se veían las capas hojaldradas, las pasas y los frutos secos, la mordí ufano… el crujir del glaseado, la manteca entrando a saco en las venas, la explosión fluida de las pasas con ron cuando las masticabas, el saborazo de las nueces, mis sentidos y mi pensamiento me trasladaban a una casa de la alta sociedad vienesa de una época muy anterior.

No era la primera vez que probaba la trenza, ni tampoco la primera que comía cerdo, pero esta vez ambos me supieron diferente porque los saboreé mucho más, relamiendo la paradójica situación que experimentaba, entre la tosquedad de la matacía rural y la delicadeza de una gollería industrial alumbrada a dos casas de distancia.

Nadie se regodeó con la muerte del animal, todos abalaron la habilidad y rapidez del matarife para minimizar el sufrimiento innecesario, un matachín que me hizo valorar y entender todavía más el personaje que interpreta Pepe Isbert en “El Verdugo”.

Desde ese día aprovecho de los cerdos hasta los andares, creo que es el mínimo de respeto que les debemos por perder la vida para nuestro sustento.

Comprendí el contexto gastronómico que estaba viviendo, todos estos actos eran parte de una tradición social y cultural, la unión de la familia trabajando juntos, comiendo juntos, celebrando la bonanza tras sacrificar a un animal y todo ello rematado con la degustación de un postre único.

Ruego visiten Almudévar, “O lugar de España” donde nació Pedro Saputo y la Trenza.

Viva la Virgen de la Corona…

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Os presento mi receta de Trenza, NO podría llevar la marca “Aragón Calidad Alimentaria” como se establece el Boletín oficial de Aragón número 63, de fecha 25/05/1994 ya que uno de los consumidores más habituales de mi casa es alérgico a la nuez.

Trenza de Almudévar

Manuel Vizcarro
Trenza de hojaldre y pasas típica de este pueblo de Huesca
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Tiempo de preparación 1 h
Tiempo de cocción 23 min
Tiempo de reposo 20 h 40 min
Tiempo total 22 h 3 min
Plato Merienda, Postre
Cocina Española
Raciones 2 trenzas
Calorías 1795 kcal

¿QUÉ VAS A NECESITAR?

Ingredientes
  

Elaboración previa puré melocotonero

  • 3 melocotón en almíbar Triturar e ir añadiendo poco a poco su propio jugo hasta que tenga una textura de salsa. Reservar.

Para el prefermento

Para la masa

Para el hojaldre

  • 120 g mantequilla
  • Paciencia, ciencia, buen rollo y Alpha Blondy.

Para la Yema Melocotonera

  • 200 g puré melocotonero
  • 4 yemas de huevo
  • 20 g harina de arroz El Amasadero

Para rellenar

Para glasear

  • 80 g miel
  • 40 g agua

Elaboración paso a paso
 

  • Tritura tres melocotones en almíbar hasta conseguir una textura de salsa.
  • Junta los ingredientes del prefermento y amasa someramente. Dejar fermentar durante un par de horas. Mientras las levaduras comen, pesa los ingredientes de la masa principal, los ingredientes de la Yema Melocotonera y pon a remojo las pasas con el Ron.
  • En un bol grande mezcla todos los ingredientes de la masa, hasta que esté bien cohesionada, dale un buen amasado a máquina o a mano como gustes…deja levar una hora.
  • Desgasifica e introduce tapada la masa en la nevera durante al menos 12 horas.
  • Pon los ingredientes de la Yema melocotonera en un cazo a fuego suave, comienza a revolver con varillas hasta que espese bastante, ojo cuidado con la temperatura. Reserva en la nevera una vez se enfríe a temperatura ambiente.
  • Con los 120 gramos de mantequilla para el hojaldre haz un cuadrado de 12 x 12 de unos tres milímetros de grosor. Yo me ayudo a través de una bolsa de congelación con zip. Reserva en la nevera.
  • En el segundo día vas a necesitar tiempo, ya sabes que no hay que estar encima de las masas constantemente pero laminar de manera artesanal tiene su cosa, aunque el ingrediente principal es la paciencia y el tiempo.
  • Nos toca hacer el hojaldre, estira la masa fría de la nevera, pon la mantequilla cuadrada en el centro y envuelve como si fuera una carta para los Reyes Magos, dejar reposar en nevera al menos una hora. Os recomiendo escuchar Reggae durante todo el tiempo que dure el proceso del hojaldrado, ayuda más de lo que os imagináis.
  • Estira la masa hasta que mida 40 x 20 centímetros y realizar tres pliegues como si de un folleto tríptico se tratara. Todo esto con paciencia y buen rollo.
  • Reposo de nevera una hora.
  • Vuelve a realizar el pliegue del punto 8.
  • Reposo de nevera una hora por última vez.
  • Vuelve a realizar el pliegue del punto 8 por última vez. BRAVO, descansa 15 minutos. Cubre con un plástico tu masa para que se relaje también.
  • Estira la masa hasta formar un cuadrado de 40 x 40. Divide la lámina de hojaldre por la mitad con una rasqueta formando dos rectángulos de 40 x 20.
  • Reservar en el congelador 20 minutos las dos planchas de hojaldre. Este paso es importante para luego poder extender la crema del punto posterior sin problemas.
  • Reparte la mitad de la crema de melocotón sobre cada rectángulo de masa hojaldrada.
  • Coloca la mitad de la almendra laminada y la mitad de las pasas remojadas en ron en cada uno de los rectángulos de masa.
  • Enrollar la masa a lo largo y corta el rollo en dos partes, con un cuchillo bien afilado y largo, pon estos dos cabos boca arriba. Haz lo mismo con la otra plancha de hojaldre.
  • Forma las trenzas entrelazando los cabos, con tres vueltas sin apretarla mucho, es más que suficiente.
  • Dejamos fermentar durante dos horas a 28 grados nuestras trenzas o más si la temperatura es inferior.
  • Mientras fermenta realiza la glasa que consiste en derretir 80 gr de miel de buena calidad en 40 gr de agua a fuego suave.
  • Es momento de poner “La Ley Innata” y precalentar el horno a 170 grados con calor arriba y abajo. Prepara la Mise in Place hornativa, guantes, rejilla sobre placa del horno para enfriar y para recoger los restos que caigan de la glasa, pincel, cuenco con la glasa.
  • Hornear las trenzas a 170 grados durante 23 minutos. Yo acabo con horno con ventilador desde el minuto 20, me siento en una silla enfrente del forno y observo como se va dorando, busco el punto en que alguna parte aparece chamuscada, en ese momento apago el horno y saco las trenzas.
  • Glasear mientras están aún calientes, es importante que sea en caliente ya que el azúcar se cristalizará al enfriarse y después crujirá.
  • Deja que se enfríen por completo.

NUTRICIÓN

Calorías: 1795kcalCarbohidratos: 215gProteina: 37gGrasa: 93gGrasa saturada: 43gGrasa polinsaturada: 10gGrasa monosaturada: 33gGrasa Transgénica: 2gColesterol: 628mgSodio: 1150mgPotasio: 1115mgFibra: 14gAzúcar: 54gVitamina A: 3192IUVitamina C: 13mgCalcio: 213mgHierro: 11mg

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Con tus ojos podrás disfrutar de su forma serpenteante, con tus manos sentirás la ternura de la masa, antes de morder inundarán tus fosas nasales ese olor a miel tan inconfundible, oirás el crujido suave de la glasa solidificada al meterle el diente y degustarás todos los sabores que van a excitar tus papilas gustativas. Pon esa música especial, reservada para estos momentos, que tú solo sabes. En mi caso Cesárea Evora.

Espero os guste.

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