En un lugar de Galicia cuyo nombre prefiero no difundir para evitar que se me llene, econtrábame una mañana en modo vacacional, es decir, paleolítico, cuando con los 30 grados del sol de Ourense (no desvelo, pero apunto), entráronme unos ardientes deseos de hacer pan.
Así comienza esta historia protagonizada por mí mismo en vacaciones, es decir, por un hombre asilvestrado que gusta de levantarse tarde, bañarse en el río y cocinar con fuego en el suelo, pasando el día compartiendo vinos con los amigos a la sombra de una parra o leyendo en el mismo lugar.
Todo ello en un lugar donde no llega el ruido de los coches y donde apenas se ve un vecino de pascuas en ramos. Un sitio, como se puede intuir, donde la neurona tiene tendencia a flojear.
Cabía la posibilidad de arrancar el coche y bajar al pueblo a comprar pan, pero lo mismo que incluyo el cepillo de dientes en la maleta, viene también conmigo una bolsa de harina y un sobre de levadura para hacer frente a cualquier emergencia, así que el coche se quedó en su sitio.
El reto estaba en no encender horno alguno y en aprovechar el fuego que hacíamos en el suelo para cocinar. Podría escribir aquí la receta que empleé, pero la verdad es que parte de la gracia estaba en hacer un pan sin receta, a ojo, con la soltura con la que los marines de la películas bélicas yankis de serie B montan y desmontan sus fusiles con los ojos cerrados. Pues así tal cual, calculando a ojo y con un amasado mínimo haciendo temblar en el proceso la mesa plegable de playa que servía de encimera.
Para improvisar el horno, que no teníamos, nos agenciamos una losa de granito y la calentamos, elevada sobre unas piedras, tanto por arriba como por abajo solo con leña, nada de carbón. Con media hora fue más que suficiente para resolver el tema, el problema estaba en qué hacer para conseguir una cúpula. Ese día tocaba arroz con mejillones en paella alta, y antes de ponerme a cocinar le pedí al recipiente un servicio previo. El pan se hizo sobre la piedra cubierto con la paella al revés y sobre esta dispuse las brasas que había retirado previamente de encima de la losa. McGyver no habría inventado nada mejor en menos tiempo.
Allí, bajo la parra, contemplaba la evolución del rudo invento con cierto escepticismo. Tras media hora de aromas de fuego y pan, bajo la paella encontré una hermosa hogaza que había crecido perfectamente. Apenas lo dejamos enfriar antes de dar cuenta de aquel bollo con unos chorizos de la aldea. El pan estaba estupendo y tenía, además, un toque ahumado.
Lo de sacar el pan de allí e inmediatamente después darle la vuelta a lo que sirvió de horno para empezar a cocinar un arroz ya es, directamente, un paso más en la evolución humana.
Que voy a necesitar
Cualquier superficie limpia donde amasar y un bol, olla, cazo, cubo o lo que encuentres para la fermentación.
Ingredientes aproximados para un pan de 800 gramos
- 500 gramos de harina panadera El Amasadero
- 350 gramos de agua
- 9 gramos de sal
- 2 gramos de levadura seca de panadero
- Mezcla como puedas los ingredientes. Yo lo hice sobre una mesa de playa plegable, la misma sobre la que amasé unos minutos con un par de reposos entre amasados.
- Pon la masa a fermentar durante dos horas y media en un recipiente tapado. En este caso empleé una olla cubierta con un paño.
- Al cabo de ese período, vuelva a la mesa de playa a darle forma y déjalo reposar allí mismo, cubierto con un paño, otra hora más.
- Prepara el fuego y calienta con leña la losa que usarás de base. Primero haz un fuego, después pon la losa sobre el fuego apoyada en unas piedras y dispón sobre la superficie parte de las brasas.
- En media hora la losa estará suficientemente caliente. Retira la brasas de la parte superior y limpia la superficie con una escoba o unas ramas. Antes de poner el pan, comprueba la temperatura arrojando un poco de harina. Si esta se quema nada más tocar la piedra, es que está demasiado caliente, espera unos minutos hasta que baje un poco la temperatura.
- Pon el pan directamente sobre la piedra y cúbrelo con la paella al revés. Sobre esta y alrededor de ella dispón las brasas que retiraste previamente. Siéntate a contemplar tu obra y retira el pan media hora después. Si todavía no está bien dorado, déjalo un poco más.
Consejos
Este pan lo puedes dejar fermentar toda la noche en la nevera y te ahorras organización el mismo día en que quieres hacerlo.
Si tienes a mano la plancha Celsius utilízala como base del horno improvisado.
Esto no es una receta, sino un experimento de supervivencia panadera, así que improvisa cuanto quieras que en este caso el fin sí que justifica los medios.
Anonadada estoy, acostumbrada a los cacharros, cachivaches y el horno que lo prefiero a la lavadora y tu vas y haces una hogaza impresionante sin otra cosa que una olla para cubrirla, eres un superviviente de libro, un saludo
Me gusta todo lo comentado,pero lo que más que no digas el sitio.¡¡Así é a Galiza profunda!!!!!!
Abofé!
Muy Bueno. Yo vivi durante años de nomada por españa y cuando quería hacer pan,bizcocho o galletas usaba una tecnica similar. hacía un hollo en la tierra, ponia dentro leña y hacía un fuego, luego que comenzaban las brasas ponia de nuevo más leña y cuando esta estaba casi carbonizada metia dentro una cazulea dónde se hallaba la masa de pan y bizcocho, tapaba, y luego tapaba todo con la leña. En unos 45 minutos, dependiendo de lo que estaba horneando lo sacaba y ya teniamos el pan para comer. Decir que salía delicioso.
Un saludo a todos
Fantástica técnica.
Decir pero que mi abuela ya la usaba. En casa de mi abuela trabajaban en el campo. Mi madre siempre me cuenta que que en su casa al no haber cocina de gas era costumbre encender fuego en la chimenea, que tenía el suelo de piedra y en la que te metías prácticamente dentro para calentarte: un típico hogar de fuego de una típica casa mallorquina. Para cocinar tenían un pequeño brasero de piedra encalada en el que ponían las brasas. Muchas veces mi abuela al final del día preparaba un pan y antes de acostarse limpiaba el suelo de la chimenea, y depositaba allí el pan, cubriéndolo con una tapa que el herrero le había hecho a posta. A veces lo cubría con brasas y cenizas, como tú has hecho. Otras lo dejaba tal cual, con la tapa. Y por la mañana, al despertar para encender el fuego y preparar el desayuno, ya tenía el pan listo.
Apuesto a que este pan McGyveriano que has preparado sabía muy parecido al de mi abuela. Un gustazo!
Sin duda, Jerònia. Aún tenemos que aprender mucho de cómo organizaban y gestionaban los recursos nuestros abuelos. Gracias.
Deberías considerar una carrera de escritor, aunque quisieras tener el lugar secreto me has llevado allí contigo.
Que decir del aspecto de esa hogaza, es impresionante!
Gracias, Sara. Tendremos que comunicárselo a Eduardo, pero dentro de algún tiempo, no nos gustaría que abandonase la idea de seguir escribiendo en El Amasadero para centrarse en sus propias novelas (por ahora). 😉
Esta sí es una receta única.
Una lección de supervivencia.
Me encanta la gente que tiene ideas propias
¡Gracias!
… ¿y que ha pasado con la humedad?
¿en ningún momento humedeciste el «horno» para hacer mejor corteza?
Para ser una solución de supervivencia, te ha quedado un pan soberbio!!
Enhorabuena!!
Javier, la idea era hacer una masa a ojo y con elementos básicos, sin complicaciones. Nada de humedeces el «horno» ni nada por el estilo, 100% espartano. No obstante, este tipo de cocciones, al igual que si usamos el combo de hierro fundido, tienden a condensar mucho vapor no suele ser necesario aplicar más humedad.
Woooowww!!!!
Me encantaba McGyver, pero creo que en este caso ha sido superado con creces.
Una pasada… enhorabuena.
Algún día me gustaría intentarlo…
Un saludo.
Gracias, Jon. Te lo recomendamos, los experimentos con masas son muy divertidos y lo único que necesitamos es una fuente de calor, harina, agua, levadura y sal, y el último ingrediente tampoco es estrictamente necesario como bien saben los toscanos.