Acabé en Singapur de camino a una boda en Australia para evitar un vuelo de más de 20 horas. Intrigado por el mestizaje de una cocina con raíces chinas, malayas e indias, hice una parada de 8 días. Me fui de la isla con 4 kilos más.
Casi al final de mis estancia, aproveché la invitación de unos conocidos para tomar unos Singapur Sling y conocer el distrito financiero. Al llegar, me esperaban con un acompañante de barba y turbante que resultó ser sij.
Tras varias copas —el clima de Singapur, cálido y húmedo, invita a beber—, se nos unieron un alemán y un australiano. Habían pasado las horas sin darse cuenta y ya era hora de buscar alternativas más movidas. En el parking, cuando pensaba que nos iríamos en coche, nos metimos en una discoteca oculta tras una puerta que podría haber sido la de un lavabo. La sala era oscura y amplia, abarrotada de gente y éramos los únicos occidentales (y un sij). En el fondo, un grupo de chinos en batas de colores tocaba dentro de una cubo de cristal. “Las chicas, si son tal altas como tú, no lo son”, me advirtieron mis compañeros de juerga.
Bebimos cerveza servida en vaso grande de plástico hasta que se encendieron las luces y el lugar se despejó con disciplina y celeridad asiática. Nos subimos a un taxi para terminar la noche en un bar frecuentado por expats de tez sonrosada, el colectivo más aburrido del mundo. Después de asomar la nariz al mundo underground de la comunidad china, aquel ambiente me pareció tan cansino que me retiré tambaleando a dormir.
Me desperté con la misma ropa con la que me había acostado, empapado en sudor porque se me había olvidado conectar el aire acondicionado. Me di una ducha fría para intentar calmar el dolor de cabeza y las nauseas en aquellos 35º y 90% de humedad. Después de media hora bajo un chorro de agua fría, bajé a la calle buscando cura para mi resaca. Un delicioso olor salía de uno los puestos ambulantes, en donde un chaval colocaba barras de pan abiertas a la mitad sobre huevo batido con cebolla salteada y carne especiada, que luego condimentaba con sambal y servía troceadas. Le pedí una con extra de salsa picante, un pulled tea bien dulce y me senté en una mesa comunal a devorar mi bocadillo.
Con el estómago lleno y un poco de alivio, regresé a mi habitación prometiendo que no volvería a beber. Una semana más tarde, Matt y Liz se casaban en una bodega de Barossa Valley
Bocadillos del mundo: Roti John (Singapur)
Ingredientes
- 1 barra pan tierno
- 4 huevos enteros medianos
- ½ cebolla pequeña cortada en tiras finas
- 150 g carne de ternera picada
- 1 cucharadita cúrcuma molida El Amasadero
- salsa picante Veneno del Bueno de Sierra Nevada, para acompañar
Elaboración paso a paso
- Saltea las cebollas hasta que estén transparentes.
- Echa la carne en la sartén y dale unas vueltas durante un par de minutos.
- Mezcla el curry y la cúrcuma con un poco de agua hasta formar una pasta. Échasela a la carne y cebolla y cocina hasta que se absorba todo el líquido. Retira.
- Para el primer bocadillo, bate dos huevos, limpia la sartén un papel de cocina, añade un poco de aceite y echa los huevos con el fuego no muy alto.
- Reparte la mitad de la mezcla de cebolla y carne sobre el huevo y coloca una barra de pan abierta a la mitad con la miga hacia abajo. Presiona con las manos para que se empape con el huevo y los jugos del sofrito.
- Cuando esté dorado, dale la vuelta, condimenta con salsa picante y cierra. Córtalo en trozos y sirve con un poco más de salsa en un cuenco pequeño.