El paisaje de enormes rascacielos acristalados y anuncios luminosos del centro de Manhattan tiene poco que ver con el Lower East Side, un barrio de edificios de ladrillo y escaleras de incendios en las fachadas que acogió a muchos inmigrantes entre finales del siglo XIX y principios del XX. Era una zona pobre, con gente hacinada en casas sin agua corriente ni gas, en donde los brotes de cólera e incendios eran habituales.
Joel Russ, un judío de la Galicia polaca, llegó al Lower East Side en 1905 y se buscó la vida vendiendo boletus por las calles, que bullían con la actividad de cientos de puestos ambulantes con artículos de primera necesidad. Tras reunir el dinero suficiente para comprar un carrito, empezó a vender arenques en salmuera y siguió prosperando hasta abrir una de las tiendas de comestibles más famosas de la ciudad: Russ & Daughters.
Es un local pequeño y durante los fines de semana se forman enormes colas de clientes que, a diferencia de los que buscan el glamour fugaz del cronut, aguardan pacientemente para comprar el esturión, salmón, arenques y sable que los Russ llevan trabajando desde hace más de un siglo con un cuidado exquisito (Mark Russ Federman cuenta en su libro “The House that Herring Built” que, cuando dejó la abogacía para dedicarse al negocio familiar, le preguntó a su padre cuánto tiempo necesitaría para aprender el oficio y este le contestó que tras 10 años recogiendo pescado en los ahumaderos, empaquetándolo, fileteándolo y vendiéndolo, podría considerar que empezaba a conocerlo).
Pocas tiendas quedan en Nueva York con más de un siglo de antigüedad y esta es de visita obligada para tomarse un bagel con queso de untar y unas lonchas de salmón ahumado, o bagel & lox, como dicen los lugareños, un tentempié muy sencillo que recomiendo disfrutar sentado en un banco observando tranquilamente el ritmo de una ciudad obsesionada con la novedad.
Disiento profundamente. Yo sé que lo mío es un tanto heterodoxo, un mix de tradiciones, un concepto fusión al menos para quienes estamos de este lado del atlántico y no en la Gran Manzana, pero para mi el paraíso es un bagel relleno de queso Philadelphia, pastrami y pepinillos. Saldrán a lincharme con el argumento de que el pastrami va con pan de centeno, pero con bagels, shekiná!!!!!!!!!!
Bueno, Andrés, tu caso tiene fácil solución: pides un bagel con queso en el Russ & Daughters, sales a la calle, caminas unos pasos, pides un bocata de pastrami en el Katz’s (sin mostaza) y lo desmontas para montar el tuyo. ¡Buen provecho!
Bonito post. Me gusta mucho vuestra forma de presentar y hacer las cosas. Enhorabuena!
Muchas gracias. Veo que eres, además, físico. Yo también. Y mirá que pensé que la cocina era cosa de químicos 😉
Qué coincidencia!! Estamos por todas partes Rodrigo. La Física da para mucho!! Un abrazo.
¿ Boletus?… Entiendo que os referís a boletos de loterías y rifas, no que vendía productos gourmet…
No, vendía boletus, que son muy populares en la cocina polaca. Supongo que en aquellos tiempos tenían que ser muy baratos.
Ja, ja,ja… Gracias por la apreciación… Es cierto que me sonaba raro….
He introducido el código nueva york en el carrito de la compra y el descuento es del 25% no del 50% como decís arriba. ¿Cuál es el correcto? Un saludo
Disculpa por la confusión, Mª Carmen. Es el 25%, no el 50. Ya lo hemos corregido.