Mezcla la harina, agua, manteca, levadura y sal y amasa hasta obtener una masa suave y elástica. Métela en un bol untado ligeramente con aceite, tapa y deja reposar entre una y dos horas hasta que haya doblado su tamaño.
Pasado este tiempo, corta un trozo de papel de hornear del tamaño de la bandeja del horno y espolvorea con harina.
Saca la masa del bol, divide en dos trozos y coloca uno sobre el papel de hornear. Tapa el otro con un paño para que no se seque.
Ahora hay que estirar la masa. Primero golpea ligeramente con los dedos para obtener una especie de rectángulo basto. Luego sigue estirando, tirando de la masa poco a poco hacia el exterior metiendo las manos por debajo y sujetando por arriba con el pulgar. Poco a poco y con paciencia obtendrás un pedazo de masa con forma de óvalo. Si prefieres usar un rodillo, aunque el resultado final será algo menos fino, hazlo sin el papel de horno y directamente sobre la encimera ligeramente enharinada.
Aplanamos golpeando ligeramente con los dedos.
Extendemos la masa poco a poco hasta obtener una pieza más o menos fina
Reparte la mitad de los ingredientes del relleno, que habrás cortado en trocitos, sobre la masa.
Ahora tienes que enrollarla por su lado más largo. Comienza con los dedos, plegando el borde de la masa sobre sí misma hasta avanzar un poco. A partir de ahí puedes ayudarte del papel de horno hasta tener un rulo de masa.
Une los bordes del rulo para formar una rosca, tapa con un paño y dejar reposar una hora y media.
Precalienta el horno a 180º, cuece durante una hora, saca y deja enfriar sobre una rejilla.