Mezcla bien en el bol todos los ingredientes y déjalos enfriar en la nevera durante una hora.
Haz pequeñas bolitas ayudándote con una cuchara y aplástalas con la mano sobre la bandeja del horno cubierta con papel de hornear hasta que queden finas.
Mételas en el horno precalentado a 180 grados y déjalas allí, a media altura, hasta que se doren, unos 14 minutos.
Saca la bandeja del horno y, ayudándote con una espátula, pon las tejas sobre rodillos de cocina, botellas o cualquier cilindro que tengas a mano. Mientras están calientes cogerán esa forma cilíndrica que conservarán, crujientes, al enfriarse.
Y ya está. De verdad que no se me ocurre nada más fácil.