Mezcla todos los ingredientes en el bol y amasa sobre la mesa o encimera hasta conseguir una masa homogénea. A la espelta le va bien un amasado suave y reposos de cinco minutos entre amasados. El amasado sirve para mezclar bien los ingredientes, pero también aporta oxígeno para facilitar la acción de las levaduras. Con dos o tres amasados es suficiente.
Introduce la masa en un bol aceitado, tápalo con una bolsa o papel film y ponlo a dormir en la nevera durante diez horas. Si lo haces a las 8:30, a las 18:30 lo tienes fermentado.
Masa antes de fermentar en la nevera durante 10 horas.
Masa después de haber estado 10 horas fermentado en frío.
Pasadas esas diez horas saca el bol de la nevera. Unta el molde con mantequilla. Vierte la masa sobre la mesa, desgasa apretando ligeramente (no la estrujes) con los dedos y dale forma de torpedo, arrastrando para conseguir cierta tensión. Mete la masa en el molde y cubre con plástico. Olvídate de todo durante 1 hora y 45 minutos o 2 horas si la temperatura es baja (si hace mucho frío, algo más).
Masa en el molde listo para la última fermentación.
Aspecto de la masa tras la fermentación final, lista para entrar en el horno.
Precalienta el horno a temperatura máxima y mete el pan con el horno muy caliente.
Pon cuatro cubitos de hielo en la placa del horno para crear vapor (el vapor ayudará a retrasar la formación de la corteza y permitirá al pan crecer sin romperse). Déjalo un par de minutos a esa temperatura y baja después el termostato a 200 grados. El tiempo total de cocción es de 45 minutos.
5 minutos antes de terminar, sácalo, desmóldalo y vuelve a meterlo en el horno, ya sin molde, para que se doren un poco los laterales. Déjalo enfriar sobre una rejilla. Listo.