Mezcla los ingredientes para la masa en un bol y trabaja sobre la mesa cuando la harina haya absorbido el líquido. Bastará un amasado de unos diez minutos. Dispón la masa en un bol tapado y deja reposar aproximadamente una hora.
Mientras, puedes preparar el relleno. Pica fina la cebolla, la patata y la zanahoria y deja pochar unos minutos en la sartén con un fondo de aceite de girasol.
En otra sarten, calienta ligeramente los granos de cilantro hasta que empiecen a desprender aroma. Retira y machaca en un mortero.
Añade a la sartén en la que estás pochando las hortalizas, todas las especias y deja al fuego, removiendo para que no se quemen, un par de minutos para que abran y ofrezcan todos sus aromas. Añade los guisantes y el agua o el caldo de verduras para completar la cocción, unos 15 minutos más o hasta que la patata y la zanahoria estén tiernas y el agua se haya evaporado.
Aparta del fuego y espolvorea con el cilantro fresco picado. Ya tienes el relleno listo.
Coge la masa y dale forma de salchicha sobre la encimera. Divídela con la espátula o el cuchillo en ocho partes iguales y haz una bolita con cada una de ellas.
Coge la primera de las bolitas y extiéndela todo lo que puedas con el rodillo sobre la encimera o, si tienes miedo de que se te pegue, sobre una hoja de papel de horno.
Cuando hayas completado el trabajo con el rodillo corta un círculo de unos 20 centímetros de diámetro. Yo he empleado la tapa de una lata de galletas danesas para hacer el círculo y queda bárbaro.
Corta cada círculo en dos mitades y con cada una de ellas crea un cono. Para pegar la masa y lograr esa forma humedece los bordes que van a estar en contacto con los dedos y presiona ligeramente.
Eso basta para que no se abran después en la sartén.
Con una cucharita rellena los conos de masa con la mezcla que tienes reservada en la sartén. No lo cargues hasta el borde porque entonces no podrás cerrarlo. Humedece esos bordes con agua y presiona para sellar. Repite el mismo proceso con el resto de las bolitas de masa.
Pon abundante aceite de girasol (el de oliva aporta demasiado sabor y queremos una grasa vegetal suave) en una sartén y calienta a fuego medio alto.
Fríe las samosas por tandas, sin llenar la sartén, para que no baje la temperatura del aceite. Cuando estén doradas sácalas y déjalas reposar un par de minutos sobre papel absorbente para eliminar los excesos de aceite. Ya tienes las míticas samosas.