Mezclamos todos los ingredientes en un bol. Tapamos bien y dejamos reposar toda la noche a temperatura ambiente.
Al día siguiente, echamos un poco de harina en la encimera, volcamos en ella la masa con la ayuda de una rasqueta, espolvoreamos ligeramente la masa con harina, nos enharinamos las manos, le damos unos golpecitos para intentar hacer una especie de rectángulo y plegamos la masa como sigue (si no te sale bien, no te preocupes):
Por el lado más alargado, plegamos un tercio de la masa sobre sí misma.
Plegamos el otro tercio sobre el pliegue anterior. Tendremos una salchicha (más bien salchichón) de masa estrecha, alta y alargada.
Repetimos los dos pasos anteriores para acabar con una especie de bola de masa.
Enharinamos la tela de lino —si usamos un paño de cocina, lo colocamos dentro de un bol— y, con la ayuda de dos rasquetas, colocamos la masa en la tela, que plegaremos para que envuelva a la masa e impida que se desparrame. Tapamos y dejamos reposar 2 horas.
Tras una hora y cuarto, metemos la olla de hierro en el horno a máxima potencia (calor arriba y abajo).
A las dos horas, sacamos con mucho cuidado la olla del horno porque estará muy caliente y la colocamos sobre algo que aguante el calor para no quemar la encimera de la cocina. Destapamos la olla.
Espolvoreamos la masa con harina y la cogemos tirando de la tela hacia arriba con una mano y recogiendo la masa con la otra.
Colocamos con mucho cuidado la masa en la olla, la tapamos, metemos de nuevo en el horno y cocemos durante media hora.
Tras este tiempo, destapamos, bajamos 30º la temperatura y horneamos 15 minutos más.
Sacamos la olla de horno y dejamos el pan enfriar en una rejilla.