Acopla en la Ankarsrum el gancho y la rasqueta separadora. Vierte en el bol el agua fría con la levadura y mezcla a velocidad baja durante 2 minutos. Añade poco a poco la harina, después la sal y por último el aceite.
Deja que la amasadora trabaje de 8 a 10 minutos a velocidad baja. Ajusta la posición del gancho si hace falta. La masa debe quedar lisa, brillante y ligeramente pegajosa pero manejable.
Saca la masa, unifícala sobre la mesa y vuelve a colocarla en el bol. Tápala y deja fermentar unas 2 horas a temperatura ambiente.
Una vez la masa haya doblado su volumen, estará lista para el siguiente paso.
Pásala con cuidado a la mesa de trabajo ligeramente enharinada. Con ayuda de una rasqueta, divídela en 3 porciones iguales de unos 250 g cada una.
Para bolear cada pieza, coloca la porción con la parte cortada hacia arriba. Ve llevando los bordes hacia el centro, pellizcando suavemente para formar un pequeño saquito. Después, gira la pieza de masa con el pliegue hacia abajo y, con las manos, hazla rodar sobre la mesa creando tensión en la superficie, hasta obtener una bola lisa y firme.
Repite el mismo proceso con las otras dos porciones. Coloca las bolas en una cubeta enharinada, procurando dejar espacio entre ellas. Tápalas con un paño limpio y déjalas fermentar de nuevo.
Comprueba que las bolas hayan doblado su tamaño. Esto suele tardar unas dos horas a medio ambiente.
Pon el horno a máxima potencia, entre 250 y 270 °C. Si tienes la Celsius, colócala dentro desde el principio para que se caliente; si no, utiliza directamente la solera del horno.
Espolvorea generosamente la mesa de trabajo con harina de arroz o semolina, formando una cama abundante para que la masa no se pegue. Coge una de las masas con cuidado de no desgasificarla y colocala sobre la harina.
Con las yemas de los dedos, comienza a estirarla desde el centro hacia los bordes, con suavidad y sin desgarrar.
Dale forma de óvalo de unos 30 × 20 cm, manteniendo la superficie aireada.
Sacude el exceso de harina y coloca la base sobre un papel de horno. Pincélala ligeramente con aceite de oliva y con ayuda de una pala, deslízala directamente sobre la solera o sobre la placa Celsius caliente.
Hornéala sola durante 1,5–3 minutos, hasta que coja cuerpo y se hinche formando alvéolos en la superficie. Después, si la has horneado sobre la solera. súbela a la rejilla más alta del horno y déjala medio minuto adicional para que se dore por arriba.
Coloca la base sobre papel de horno, reparte una capa de salsa de tomate y mozzarella rallada y hornea de nuevo durante 8–10 minutos, hasta que el queso se funda y la masa quede en su punto.
Al sacarlas del horno, añade los ingredientes frescos: unas hojas de rúcula, lonchas finas de jamón y trozos de mozzarella fresca. Sírvelas inmediatamente, cuando aún están crujientes y calientes.